lunes, 3 de noviembre de 2008

Marcas blancas


Cuando pienso en mi niñez, es inevitable que acudan a mi mente determinados eslóganes publicitarios que, sin duda, evidencian que el influjo de la mercadotecnia (o "marketing") sobre nosotros se produce desde la más tierna infancia. "Nocilla, qué maravilla", "Es el Cola Cao desayuno y merienda ideal" o ciertos incentivos como el Pregunta RAM de la marca homónima de lácteos nos convencían de forma subrepticia de que eso, y sólo eso, era lo mejor y más conveniente para nosotros.

Sin embargo, los años han demostrado que la publicidad es, en multitud de ocasiones, engañosa; nos provoca la ilusión de que consiguiendo tal o cual producto vamos a ser mejores, tener más éxito, ser más bellos o estar más sanos. Así, las marcas blancas comienzan a ganar terreno a las firmas más conocidas por su gran calidad y principalmente por sus competitivos precios.

La venta de marcas blancas ha ascendido, por aquello de la crisis de la que casi nadie escapa ya, un 20 por ciento en los últimos tiempos, y la razón principal no es otra que su menor impacto sobre nuestro bolsillo. No obstante, teniendo en cuenta que la calidad de este tipo de productos puede medirse sin titubear con la de las propuestas de las marcas más conocidas, se hace innecesario renunciar al sabor, aspecto o textura de los productos más populares y que más invierten en publicidad.

Muchos se sorprenderían al conocer quiénes fabrican las marcas blancas de algunos de los comercios más extendidos. Para ello, además de recomendar encarecidamente el consumo de marcas blancas por el ahorro que suponen, os ofrecemos un listado de establecimientos y los fabricantes de sus marcas blancas. Y es que la publicidad no siempre promete lo que cumple, pero hay productos que cumplen sin necesidad de prometer nada.

Listado de Marcas Blancas

domingo, 21 de septiembre de 2008

Movilidad sostenible


Concluye hoy la Semana Europea de la Movilidad Sostenible, tras la celebración de distintos talleres, encuentros y otras actividades de las que desgraciadamente los medios de comunicación no se han hecho todo el eco que cabría esperar.

Más de una vez (y de dos), en medio de un atasco infernal de indeterminada duración, y ante mi creciente nivel de impaciencia, me he preguntado por qué habrá tan escasas y malas infraestructuras en según qué ciudades españolas. No obstante, si bien es cierto que a veces me avergüenzan mis propias elucubraciones cuando pienso en qué se puede estar gastando el Gobierno nuestros impuestos, tras tragarme un bache tras otro, todos ellos de padre y muy señor mío, entiendo que quizá todo el problema se derive de un error de enfoque. No es tanta la necesidad de más carreteras y autovías, que multiplicarían el número de coches y, en consecuencia, la contaminación ambiental y acústica, como la falta de incentivos al transporte público u otros medios alternativos, como la bicicleta.

Es el caso de Granada, donde se ha eliminado gran parte del carril-bici para, en su lugar, ampliar el número de plazas de aparcamiento, tratando de responder a las quejas de los comerciantes que veían en el carril-bici un hipotético descenso de clientela (claro, es que los ciclistas no compran, viven del aire), o Málaga, donde no sólo el transporte público en determinadas barriadas es escaso y tercermundista, sino donde, para más inri, el Ayuntamiento ha tenido la brillante idea de implantar el carril-bici en el interior del Parque Tecnológico de Andalucía, quizá dando por hecho que los trabajadores del mismo han de teletransportarse hasta sus centros de trabajo y, ya en el Parque, hacer uso de sus bicicletas. Porque a mí que hagan el favor de explicarme cómo se llega en bici por una autovía infernal o una carretera convencional infestada de vehículos que consideran a los ciclistas una suerte de molestos parásitos que hay que erradicar. ¿Alguna subvención que justificar, Sr. Alcalde?

Distinto es el caso de Sevilla, por ejemplo, o de Córdoba, donde los carriles bici son una apuesta segura de sus respectivos consistorios y donde, efectivamente, se ve gente a todas horas dándole a los pedales, lo cual no sólo es sostenible y barato, sino también sano.

Aun así, y pese a hacernos testigos de un error de gestión tras otro, algunos Ayuntamientos y colectivos han llevado a cabo determinadas iniciativas para conmemorar la Semana Europea de la Movilidad Sostenible. Mañana, en Badajoz, se cerrará la Avenida de Huelva al tráfico rodado, de ocho de la mañana a tres de la tarde, con motivo del Día Mundial Sin Coche. En otras localidades, como Elche, se han convocado "bicifestaciones", como la que tuvo lugar ayer, o como la que se celebrará en Madrid a lo largo de esta mañana. En Málaga, por ejemplo, los autobuses serán gratuitos durante todo el día de hoy. mientras que en Valencia, un grupo de escaladores de Greenpeace ha colocado una mascarilla al toro de Osborne presente en la A-1, junto con un cartel que reza "Stop CO2" para concienciar a los conductores.

De todos modos, en muchos casos, las actividades propuestas por las instituciones no son más que, en palabras de Ecologistas en Acción, "chapuzas propagandísticas" que no llevan a nada. Por tanto, queda en la conciencia de cada uno la opción de reflexionar, a título personal, acerca de lo que está en nuestra mano para minimizar el impacto ambiental de nuestra necesidad de transporte y hacer de ello una labor un poco más sostenible.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Redescubriendo lugares comunes

Desde que tengo uso de razón, una de las terapias antiestrés que mejor me funcionan es pasar una tarde completa dándome mil cremas, poniéndome una mascarilla en la cara y dejar correr los minutos mientras hojeo una o varias revistas, con música suave de fondo y un quemador de esencias a pleno rendimiento, inundando la estancia del aroma que mejor me haga sentir en ese momento.

Cuando era más jovencita, era asidua de The Body Shop e Yves Rocher. Los productos de la primera siempre me han parecido que tienen una excelente relación calidad-precio, así como una filosofía de empresa muy atractiva y en sintonía con mi forma de pensar, mientras que la segunda me sedujo desde el principio gracias a sus atractivos precios, aceptables resultados y amables (aunque no por ello menos agresivas) campañas de marketing.

Pues bien, conforme pasaron los años y fue mejorando mi poder adquisitivo, fui dejando de lado ambas marcas para pasarme a otras más exclusivas y que sólo por eso me ofrecían más confianza (aunque a veces sus resultados dejaran bastante que desear). Sin embargo, mi nueva situación me ha abocado a volver a las dos firmas mencionadas anteriormente, y he de admitir que me han vuelto a sorprender de forma grata.

Un brote de acné tardío (posiblemente provocado por el estrés) hace varias semanas me hizo buscar alternativas a lo que usaba hasta ahora que me dieran un buen resultado, y a ser posible, cuanto más inmediato mejor. Y entré en The Body Shop. Me llevé la pastilla de jabón de árbol de té y el aceite puro, de conocidas propiedades antibacterianas, cruzando los dedos para que funcionaran cuanto antes.

Pues bien, he de admitir que el resultado ha sido sencillamente fantástico. En sólo tres días, las erupciones mejoraron notablemente. De todas formas, constaté que necesitaba un tónico facial menos agresivo que el que usaba hasta entonces y pensé en Yves Rocher y su línea Pure Calmille, que si mal no recordaba, tenía un tónico sin alcohol bastante asequible y que en el pasado me había funcionado bastante bien. Y me lo llevé.

Llevo usándolo varios días y hasta ahora mi piel sigue impecable, mucho mejor incluso que cuando usaba marcas mucho más pretenciosas. Esto, sin duda, me ha demostrado que no siempre lo barato sale caro, y que aunque hay productos en los que es mejor no escatimar, como en una hidratante facial o un contorno de ojos con ingredientes de calidad, hay otros donde se pueden ahorrar unos euros sin que nuestra piel salga perjudicada (o de cuya experiencia pueda incluso beneficiarse).

Está claro que cada piel es un mundo y que incluso la mía, mixta y reactiva al máximo, no tiene por qué tolerar mal un producto de bajo coste. La conclusión que de todo esto extraigo es la siguiente: aunque está bien informarse y leer opiniones de gente que usa determinadas marcas para tener una orientación (meramente estadística) de si funciona o no, no hay que cerrar la puerta del todo a marcas cuya calidad se supone que deja mucho que desear, como es el caso de Yves Rocher, pues tampoco en productos más caros es siempre oro todo lo que reluce.

En definitiva, actualmente sigo la misma terapia antiestrés que antaño, sólo que esta vez las mascarillas que uso son las unidosis de Apivita o alguna de Yves Rocher, como la de aceite de argán, cuyo olor, textura y resultados me encantan. Así, no sólo mi bolsillo, sino también mi piel, agradece la vuelta al pasado.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Malos tiempos para mi Visa

Hasta hace tan sólo un par de meses, cuando la palabra "crisis" se sustituía por diferentes eufemismos y muchos nos tapábamos los ojos ante la realidad a la que ahora nos enfrentamos, yo tenía un empleo con contrato indefinido que me ofrecía cierta tranquilidad, con un horario decente (pese a las horas extras no remuneradas que echaba de vez en cuando) y un sueldo que me permitía combatir el estrés a golpe de tarjeta y a la vez ahorrar un poquitín cada mes.

Pues bien, de repente todo eso se terminó de golpe. La empresa declaró el estado de excepción y toda mi tranquilidad se fue al traste. Los buenos tiempos se habían terminado y la situación se tornaba, si no difícil, sí molesta.

Así, me he visto obligada a recortar gastos en todas partes; sin embargo, una vez sacudido de encima el esnobismo del que me estaba contagiando en ciertos aspectos y siendo consciente de que puedo seguir disfrutando de la vida sin usar mi tarjeta como llave maestra, he decidido contar mis experiencias para dejar claro de una vez por todas que, a pesar de lo manido de la expresión, el dinero no da la felicidad.